Bienvenidos una semana más a PrevenBlog,
Dicen que “lo prometido es deuda” y nosotros siempre intentamos cumplir con lo que hemos prometido o anticipado que queríamos tratar en nuestro PrevenBlog. Si hacemos un poco de memoria, veremos que en nuestro primer artículo dedicado a cómo actuar en caso de incendio en el hogar prometíamos dedicar una serie de posts a cómo debemos, o deberíamos, actuar ante un factor que ha causado más muertes que el propio fuego: el pánico,su posible prevención y cómo afrontarlo cuando aparece.
Así, con este artículo que hoy os presentamos iniciamos una serie dedicada a tratar este factor desde diversos puntos de vista o de actuación, ya que hay que tener muy presente que el tema es altamente complejo y que las lecturas o prismas desde los que se puede afrontar es, del mismo modo, elevado y nada sencillo.
Antes de centrarnos en el punto de vista que protagonizará nuestro post de hoy, creemos conveniente tener muy claro de qué hablamos exactamente al referirnos al pánico, ya que es fácilmente confundible con términos como miedo, ansiedad o histeria.
Entendemos por PÁNICO la reacción fruto de un miedo desproporcionado, que anula la capacidad de razonar y la capacidad de control de uno mismo, impidiendo tomar decisiones en base a una evaluación y examen apropiado de una realidad adversa que implica un peligro cierto y constatable.
Es decir, el pánico se sitúa un paso más allá del miedo y, de un modo diferente a, por ejemplo, la ansiedad, surge por una situación real y cierta, no por anticipaciones confusas o intuídas. El pánico se desata por la simple y dura observación de una situación que nos es muy adversa, peligrosa y en la que vemos seriamente comprometida nuestra vida y/o la de seres queridos o cercanos.
Llegados a este punto, la pregunta es clara. ¿Podemos poner en práctica una serie de protocolos o decisiones destinados a la PREVENCIÓN del pánico?
Bien, nuestra opinión es que SÍ, podemos llevar a cabo acciones de prevención del pánico, pero previamente debemos ser conscientes de que hablamos de un enemigo realmente peligroso, impredecible y traidor.
Por mucho que hagamos e intentemos aprender, nunca sabemos a ciencia cierta cómo vamos a reaccionar ante una situación de peligro, ni sabemos a ciencia cierta cómo van a reaccionar las personas que nos rodeen y que, como veremos, pueden llegar a ser nuestro principal problema ante un incendio, inlcuso más que las propias llamas.
Lo que sí que es cierto es que trabajando y llevando a cabo una buena prevención minimizamos, aunque no sea al 100%, la posibilidad de que el pánico aumente desproporcionadamente el peligro en una situación complicada, y esto ha quedado demostrado en cientos de ocasiones, empezando por la reacción que tienen las personas preparadas para estas situaciones, como por ejemplo los bomberos.
No pretendemos en modo alguno decir que una persona que no sea profesional en seguridad, en cualquiera de sus vertientes, puede llegar a tener un comportamiento como el que tienen estos profesionales, en absoluto, pero sí afirmamos que siempre ayudará haber llevado a cabo planes de prevención y anticipación a capítulos peligrosos.
Empezamos pues esta serie de artículos centrándonos en la prevención, en las acciones a realizar para minimizar la posibilidad de que el pánico tome el mando, dejando para otros posts las medidas a llevar a cabo una vez éste ya haya aparecido.
1- El conocimiento y la experiencia es fundamental. Simulacros de incendio.
El pánico se alimenta muchísimo, entre otras cosas, del miedo y de la intranquilidad a lo desconocido, a vivir situaciones que nunca hemos vivido previamente. Es evidente que por mucho que nos mentalicemos y por muy concienzudamente que lo hagamos, nunca reproduciremos en un simulacro una situación exacta de peligro por incendio, pero sin duda puede ayudar mucho el hecho de automatizar y mecanizar pasos a seguir y pasos a no seguir nunca, lo que puede resultar determinante.
En lugares y colectivos como empresas y escuelas, es muy necesario hacer simulacros periódicos auditados por profesionales de la prevención y extinción de incendios, ya que la lógica y el sentido común quedan siempre cortos ante la multitud de factores que hay que introducir en la ecuación.
Del mismo modo, hay que conseguir que las personas que participen se tomen muy en serio el simulacro, concentrándose en las indicaciones y en las correcciones que estos profesionales harán a priori, durante, y a posteriori del ejercicio. A base de repetir y hacer una buena práctica, minimizaremos la posibilidad de que el pánico surja por al simple razón de no saber qué hacer ni como actuar, y este es precisamente una de las principales finalidades de los simulacros de incendo.
Hablando franca y llanamente, no es una buena idea estar de cachondeo, y perdonad la claridad y contundencia, cuando se está llevando a cabo un ejercicio que gracias a su repetición y correcta puesta en práctica puede salvar vidas.
2- Asignación de responsabilidades y roles al personal adecuado.
Aquí es imposible escapar del tópico, y es que las personas somos diferentes, tenemos diferentes aptitudes y en función de eso se deben asignar roles y resposabilidades en los protocolos de emergencia ante un incendio.
Aunque en estas cosas dos más dos no siempre es igual a cuatro, sí que es cierto que hay personas que transmiten en su comportamiento y relación con los demás cierto aplomo y seguridad, y el resto de las personas así lo percibimos.
En principio se debe asignar los roles de responsabilidad a personas que se caractericen por tener la capacidad de mantener la calma, de mantener la cabeza lo más fría posible para que sean ellos los que dirijan los simulacros y para que sean ellos los que dieran las órdenes claras y concisas en caso de emergencia. Esto, obviamente, debe verse bien complementado con la formación adecuada hecha a cargo de profesionales de la prevención.
3- Simular, asignar, analizar…y repetir.
En el conjunto de las acciones de prevención es fundamental el análisis posterior a los simulacros. Analizar los posibles errores, los tiempos de evacuación, los automatismos que se deberían haber asumido, etc.
A partir de estos análisis, llegan las correcciones y para poder rectificar hay que repetir el simulacro subrayando las cosas que se están corrigiendo sobre el terreno.
La repetición ayuda a memorizar y mecanizar los flujos de salida y los papeles asignados, y por ello es fundamental establecer una perioricidad lógica en la puesta en práctica de simulacros, de tal manera que el número mínimo para que los simulacros sean efectivos debería ser de dos por año
Hasta aquí este primer “ataque” al pánico en PrevenBlog, tal y como os hemos dicho, dedicaremos nuevas entregas a la prevención de este factor, a cómo saber reaccionar si finalmente aparece, tanto en nosotros como en otras personas, y esperamos poder ayudar a nuestros lectores para minimizar el terrible impacto que esta reacción tiene en una situación ya peligrosa de por sí.
Gracias de nuevo por seguirnos, os invitamos a compartir este artículo en vuestras redes, porque la prevención en equipo es siempre más efectiva !!
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